viernes, 9 de agosto de 2013

"Carmen". Tres sonetos de Alberto Álvarez de Cienfuegos


A modo de introducción

Reproduzco algunos sonetos en buena medida ignorados del poeta Alberto Álvarez de Cienfuegos (1885-1957). Fueron publicados en la revista Nuevo Mundo (nº 1258, 22 de febrero de 1918). En internet hay distintas recopilaciones de poemas (aquí).

En Wikipedia hay una entrada fiable sobre la vida y la obra del poeta que nos ocupa, por lo que nos limitaremos a resaltar algunos aspectos. Su familia, ilustrada y acomodada, era de Granada, aunque nació en Martos (Jaén) y murió en Puertollano (Ciudad Real). No obstante, estos datos son meramente anecdóticos, ya que pasó la mayor parte de su vida en Granada. Allí estudió Derecho y fundó la tertulia literaria “La Cuerda Granadina”, frecuentada por Pedro Antonio de Alarcón y otros artistas.

A rasgos generales, puede decirse que en su obra hay cierto “costumbrismo regionalista o local”  (según la reseña bibliográfica que José Carlos Rosales realiza de él en la antología Memoria poética de la Alhambra, Sevilla, 2011). Aunque también cultivó el teatro e incluso el cine, cabe citar sus poemarios: Andantes (1910), Generalife (1916), Los dos Alcázares. Alhambra y Generalife (1916), Lirismo andaluz (1925) y La vega, la ciudad y la sierra (1930). También aportó letras flamencas a cantaores del momento.

Apuntes sobre su obra poética

En mi opinión, Alberto Álvarez de Cienfuegos presenta una poesía fundamentalmente neopopularista, que bebe más de los cancioneros de los siglos XVI-XVII, Gil Vicente y Lope de Vega, que de la producción artística genuinamente popular (folklore, cante flamenco, copla andaluza, etc. sin exclusión de la tauromaquia). El eslabón que une lo popular con lo culto lo extrae de un modernismo que, en efecto, da los últimos coletazos por aquellas fechas. Tal vena culta dentro del neopopularismo, lo acerca más a Rafael Alberti que a su amigo Federico García Lorca. Así lo veremos en los siguientes sonetos. En cualquier caso, sobra decir que tales notas características tienen la virtud de alejar a Álvarez de Cienfuegos de los poetas baratos propios de una corriente de carácter vernáculo (una poesía tabernera y de panderetas), dentro de la que sin duda puede enmarcarse a José María Pemán.

En cuanto al componente andalucista de su obra, deja entrever con meridiana claridad la tensión entre lo local (ni siquiera provincial) y lo propiamente regional/nacional, que es constitutiva, según J. A. González Alcantud, de la realidad nacional andaluza (véase su Deseo y negación de Andalucía, Granada, 2004).

Por último, y más en relación con los presentes sonetos, vale la pena hacer notar la puesta en práctica de un yo ficticio, dramatizado, en una narración del poema que aparece siempre en busca de la verosimilitud pero no de la biografía. Un caso de poesía neopopularista, modernista, figurativa y, como vemos, "de la experiencia" (tal y como se viene entendido ésta última categoría en el panorama lírico español contemporáneo).



C__A__R__M__E__N

I.


Córdoba, corazón de Andalucía
que late con la sangre de sus vinos,
puso en tus ojos la melancolía
profunda de los trágicos destinos;

de los negros destinos pasionales
de una raza fundida en los crisoles
que bruñeron artistas orientales
con el sol de los cielos españoles.

Ojos de sombras y de fatalismos,
pupilas insondables como abismos
que tienen la poesía indefinida

del rayo de luna que nos besa,
mientras soñamos, junto a la florida
ventana de una calle cordobesa.

 

II.

Desde el comienzo presentí el fracaso.
Y al vestirme de luces aquel día,
sudario funeral me parecía
mi chaquetilla de crujiente raso.

Tú estabas en la plaza. Tu sombrío
semblante delataba tus enojos.
No sé lo que sentí. Cerré los ojos;
cité con rabia, resistí con brío,

y, a tiempo que la fiera me alcanzaba,
le hundió mi brazo, hasta la cruz, la espada.
Y, así, al rodar sobre la arena, inerte,

me luce por feliz, porque sabía
que tú llorabas con placer mi muerte
con tal de no llorar mi cobardía.

 

III.

Danzabas bajo el cielo cordobés.
Un clavel que nimbaba tus hechizos
se desprendió de tus revueltos rizos,
rozó tus sienes y cayó a mis pies.

Creyéndolo divisa de tu amor
quise cogerlo, de mi mente ufano.
Mas mi mano topó con otra mano
que, brusca, quiso arrebatar mi flor.

Contemplé a mi rival, ciego de rabia,
como quien lanza un reto a quien le agravia  
y –¡ven por él!– gritó mi fiero enojo.

–¡Disputa, si te atreves, mi derecho!–
Y, al acercarse, mi cuchillo un rojo
clavel de sangre le prendió en el pecho.


  • Alberto A. de Cienfuegos: "Carmen", en Nuevo Mundo, nº 1258, 22 de febrero de 1918, pág. 10.

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