miércoles, 19 de agosto de 2009

Carlos Cano.

Me cuentan los pájaros que se han entristecido paseando por Granada. Ya no se oye la voz ronca del juglar, callejero y poeta, que llevó el nombre de la ciudad por el mundo. El cantor que llegó hasta la entrañable desmesura de cambiar de sitio la capital del mundo, Nueva York, para que fuera provincia de Granada.

Los pájaros me dicen que le pusieron el nombre del juglar a una plaza de Granada, para que en la piel de la ciudad quedara tatuado su nombre cuando se perdiera el eco de su voz, para que quedara su recuerdo en la incomparable luz de las tardes granadinas, para que quedara su memoria en los ojos de las gentes que por allí pasaran.

Y los pájaros que esta tarde vuelan en el aire de Granada han visto la plaza sucia, descuidada, con el abandono triste de las cosas que no importan, de las cosas que se olvidan. Como si la plaza no guardara el nombre y la memoria del trovador, como si a la ciudad no le importara el recuerdo de luz de Carlos Cano.

Pero en otro rincón de Granada los pájaros han visto una escultura dedicada al fundador de la Falange y ésta, ¡oh casualidad!, está limpia, cuidada, como si alguien se ocupara de mantener ese recuerdo de sangre y fuego.

Dicen los pájaros que es cierta la Habanera imposible que le cantara el juglar a su ciudad, que Granada vive en sí misma tan prisionera, que sólo tiene salida por las estrellas.

Comparto la tristeza de los pájaros. Ellos son quienes le cantan ahora a Granada y sólo reciben su silencio a cambio. En cambio, yo grito que ¡ya está bien!. Que ni Carlos Cano ni los granadinos se merecen el abandono, la indiferencia y el olvido de un Ayuntamiento que prefiere cuidar la estatua que recuerda las peores tragedias del pasado en vez de la plaza del juglar enamorado de su ciudad.

Los pájaros callan, pero yo digo que a esto habrá que ponerle remedio y quien mejor que los granadinos y granadinas que no se someten, los que llevan en el alma la misma rebeldía y la misma pasión que sobre las estrellas conserva Carlos Cano.

P.D. Esto es un ejemplo de la chorrada esa de "andalucismo constitucional" de la que habla el PP de vez en cuando. Para ellos Primo de Rivera cabe en la Constitución. Los andalucistas recordamos que la Falange detuvo y asesinó a Blas Infante.

Pilar González Modino (14 de agosto, 2009)

jueves, 13 de agosto de 2009

Pan, Trabajo y Libertad.





Tal día como hoy, 13 de agosto, en 1976, un guardia civil pegaba un tiro en la cabeza a un joven almeriense, Javier Verdejo, militante de la Joven Guardia Roja, cuando pintaba en una pared el lema: "Pan, Trabajo y Libertad". Aquel lema, ilusión por la que luchaban los jóvenes durante la Transición, se redujo, como sucedió con la propia Transición y luego con el proceso autonómico, a una sola palabra. "Pan". No dio más tiempo a Javier terminar su pintada reivindicativa. Así con la autonomía y la democracia: concluida sin apenas arrancar. Tal día de ayer, Moncho Reboiras, dirigente de un Frente Cultural del partido nacionalista Union do Povlo Galego, era igualmente asesinado en 1975. Hoy son sólo dos nombres apenas con apellidos.



¿Por qué recordarlos? A pesar del peso que tiene la etiqueta y lo manoseada que ha sido a lo largo de la historia, son mártires, nos duela o no. Está claro que ya a pocos nos duele. En estos tiempos de bonanza, sólo unos pocos recordamos a personas que, como Javier y Moncho, perdieron sus vidas en el camino a un sueño con cuyas migajas hoy vivimos y retozamos.






C A N T A R __D E__ A M I G O



Di, noche, amiga de los oprimidos,


di, noche, hermana de los solidarios,


*


¿dónde dejaste al que ayer fue mi amigo,


dónde dejaste al que ayer fue mi hermano?


—Verde le dejo junto al mar tranquilo;


joven le dejo junto al mar callado.



Antonio Carvajal