lunes, 19 de septiembre de 2011

La duquesa de Alba se casa

Francisco Garrido.19/09/2011.



No sé si lo saben ustedes pero la Duquesa de Alba, Doña Cayetana, se casa. Sí, se casa, que quieren que les diga, se casa. El novio no es un sicópata, como sugerían los hijos, sino un anticuario y funcionario de Madrid, soltero. Tiene unos andares, el novio, de zancada larga y brazos abiertos, vamos que parece que va siempre como cargando con bolsas de boutique cara de Serrano. En fin, él sabrá.


Canal Sur (la nuestra) no para de hablar del asunto. No me extrañaría que retransmitieran la boda en directo. ¿Irá Cháves? ¿Llevará Doña Cayetana, siempre tan campechana y sencilla, la medalla de Andalucía en su pecho? ¿Y Monteserín, volverá del destierro para tan magno y popular acontecimiento? Toreros, cupletistas, gitanos de parque temático y marmotas de todo tipo estarán allí. Los Grandes de España no faltarán.


A los niños y a las niñas holandeses y flamencos se les asustaba con la amenaza de que iba a venir, no las brujas o el monstruo, sino el duque de Alba. ¡Ahí es nada la fama de la familia! A los niños andalusíes no los asustaron, lo exterminaron. La Casa de Alba, institución siniestra donde las haya, fue una de las impulsoras y financiadoras del golpe fascistas del 18 de julio de 1936. Decena de miles de personas fusiladas en Sevilla y Andalucía forman parte de las importantes obras que la Casa ha prestado a nuestra tierra. En agradecimiento por tanto horror, el ayuntamiento de Sevilla le ha dedicado a Doña Cayetana una calle, una glorieta y un monumento (feísimo por cierto, aunque hay que reconocer en descarga del escultor que éste no tenía mucho margen). Y la Junta de Andalucía le ha otorgado la Medalla de Andalucía. Es difícil encontrar algún personaje vivo más laureado por el PSOE andaluz que la señora del Palacio de la calle Dueñas.


Significando pública y políticamente las conductas y los estatus imitables de excelencia social es como se construye el imaginario colectivo. Hay muchos que piensan, o mejor que no piensan, que estas cuestiones son temas banales que no merecen la atención crítica. Y sin lugar a duda los asuntos son banales pero la relevancia social que adquieren y sus consecuencias ideológicas no. No es ningún asunto banal que la banalidad sea el principal, y casi único, asunto.


Los relatos de héroes y santos tienen una carga política e ideológica brutal. Aun más fuerte porque aparecen camuflados bajo la apariencia de descripciones biográficas espontáneas. ¿Cómo podemos considerar estúpido a aquello que nos hace estúpidos? Tanto homenaje, monumento y atención a personajes de estirpe sangrienta y realidad holgazana e injusta; acaba reforzando un tipo de valores que no son precisamente los de la izquierda progresista del siglo XXI.


A las ciencias sociales tampoco le interesan este tipo de asuntos como objeto de estudio, también los desprecian, lo rehúyen. Como si el estudio de la locura fuera una locura o el análisis de los incendios forestales quemarse. Pero son hechos de este tipo, junto con los deportivos, artísticos, luctuosos, violentos los que impregnan de ideología dura la vida cotidiana. ¿Cómo podremos tener una cultura y una conciencia andalucista si entronizamos a los herederos de los conquistadores? ¿Será posible avanzar en las ideas de igualdad social sin hacemos de los grandes terratenientes nuestros ídolos? ¿Qué “memoria histórica” vamos a recuperar si colocamos plaquitas vergonzantes a los mártires de la libertad y monumentos y glorietas a los que financiaron, y se aprovecharon, de la carnicería?


Bertrand Russel atacaba a los políticos de izquierda británicos porque estos no criticaban a la monarquía inglesa, debido a que la consideraban ya inocua. Decía el filosofo que les pasaba igual que a los físicos contemporáneos que no criticaban el principio de causalidad porque lo entendían superado y superfluo. Se equivocan gravemente ambos, decía Russel, pues tanto la monarquía como el principio de causalidad se hacen “el muerto” y escondidos detrás de la pantalla de los “símbolos arcaicos” siguen operando, y de qué manera, en el mundo de los vivos. ¡Y tan vivos como que se va a casar con otro “vivo”! Yo por mi parte no veré la boda, lo prometo. Pero cuando escuche el ruido mediático del egregio evento rezaré unas preces a madame guillotine. Lo siento.




· Publicado en Paralelo 36 Andalucía.

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