jueves, 20 de mayo de 2010

Pasar apuntes.


Pues bien: hemos caído. No puedo atreverme a conjurar cifras, pero puedo decir con seguridad que no somos pocos los que nos hemos tragado unos apuntes hechos a mala leche. Alguien los hizo circular entre propaganda y palabras tranquilizantes que hablaban de un exquisito estudiante de sobresaliente que, en un arrebato de solidaridad, había decidido pasar a ordenador sus apuntes. Para facilitar su lectura: todo un caballero de los pies a la cabeza.

Rinconete –por seguir en el tono cervantino, así lo hemos bautizado-, dejó de ser un ángel de la guarda al que todo el mundo veneraba para ser un demonio, un duende diminuto con ojos de cuervo empeñado en adulterar apuntes y pinchar los condones de los torpecillos del primer curso. Torpecillos en lo uno y en lo otro, que todo hay que decirlo.

El caso es que uno no es tonto. Uno de los muchos que se han tirado de los pelos leyendo esa bazofia, quiero decir. Y quiero decir también que no fui yo ese listo, o por lo menos no el primero. Claro está que al leer cosas sobre la Lotería Nacional y sobre el Congreso General del Poder Judicial, incluso los más rezagados sentimos esa punzada en el corazón que siempre es una traición, una puñalada trapera las noches antes del examen. Y no es nada conciliador acudir a los compañeros de la clase y ver con tus propios ojos que las están pasando canutas tanto o más que tú. De perdidos al río, como dice el refrán, y así nos fue.

Supongo que no debería sorprendernos. ¿Quién no conoce las leyendas negras y el buen rollo de los estudiantes de Derecho? Un servidor no pidió los apuntes al bueno de Rinconete. Si el bueno de Rinconete es de los que opinan aquello tan respetable (¿?) de que cada uno se lo curre por su lado, que nada de intercambio y esas otras palabras tan benévolas, ¿por qué diablos pone en el mercado esos apuntes tan dañinos? Lamento decir, quizá porque me desvele un ser desconfiado y hostil, que no soy partidario de la teoría de que el corrector automático del Word le cambió fechas y datos al prestigioso manual de Rinconete. Piénsenlo bien, es un tema serio. Es un problema lo que Rinconete hace –y al decir Rinconete me refiero a toda una institución-: joder al personal de esa manera, a ese precio, y reírse –porque seguro que se ha partido a nuestra costa. Es un problema bien serio. Suerte que no estudie Psicología, si no seguro que daba con la tecla...
*
En fin: la de Rinconete no es más que otra manifestación de ese espíritu competitivo que nos están metiendo en las molleras. No me veo en la tesitura de esgrimir una soflama moral contra el más querible de los duendes negros del monasterio de Derecho. Sólo decirles que firmemente creo en la buena fe de algunos apuntes, si no los míos para el futuro, que acaso pequen de inocencia, pero no más. ¡Buena suerte! Cada uno en su casa y Rinconete en la de todos.

22 de febrero de 2010.

No hay comentarios: