miércoles, 7 de diciembre de 2011

Moscardón literario. Sobre poetastros y poetuchos

A continuación transcribo algunos fragmentos del artículo de Antonio Machado, "Moscardón literario", con fecha 13 de agosto de 1893. Me parece muy sugerente para alumbrar la condición de muchos poetas actualmente y, sobre todo, la situación de la poesía española contemporánea en algunas de sus facetas. No creo que valga la pena subrayar las conclusiones que deben extraerse, pues en el texto quedan de relieve con fruición. Sí que estimo deseable, sin embargo, confesar que este artículo de Antonio Machado me ha otorgado cierta causa de justificación para mi nula actividad literaria (poética, concretamente) en los últimos meses. Y, dicho sea de paso, para encontrar un contrafuerte a algunas opiniones que tengo de un tiempo para acá sobre el mundo literario, industria del narcisismo y la pose.





"(...) Mi amigo Nicolás Piedra Pómez, un muchacho ejemplar, que no fuma, ni bebe, ni juega, ni se entrega a exceso alguno, miembro honorario de varias asociaciones literarias, conocido en el mundo de las letras como chico de punta, que viste frac la mayor parte del año, tiene el pobre la debilidad, inocente hasta cierto punto, y hasta cierto punto inaguantable, de emplear la mitad de su vida en componer poesías, y la otra mitad, y esto es lo fuerte, en leerlas a sus amigos.

Para él, entusiasta de la nota hinchada y campanuda, la historia es arsenal inagotable que puede suministrarle asuntos sobrados para gran parte de su vida, y no digo para toda, porque no hará dos meses comenzó la versificación de la historia patria por celtas e iberos... y hace unos cuantos días había compuesto ya unas seguidillas al motín de Esquilache.

Además, la muerte de un poeta célebre, es siempre asunto de una elegía suya, la caída de un ministerio suele inspirarle más de una sátira ingeniosa, la apertura de alguna línea de tranvías, la subida del pan, las economías de Gamazo, todo lo que acontece y mucho de lo que puede acontecer, es motivo para él de tercetos, romances, silvas, redondillas y ovillejos.


Y no es lo peor este afán de poetizar, sino la manía de espetar los versos a sus amigos.

Una mañana, que aún no me había levantado de mi lecho penetró en la alcoba con un inmenso legajo de papeles, y abriendo las ventanas de par en par, comenzó una oda antes de que mis ojos, cegados por la luz, pudieran divisarlo siquiera.

(...)


"Ya la venganza se cumplió, que el cielo
encomendó a este menda.
Yo lo maté, mas lo maté, Dios justo,
para tener tranquila la conciencia.
Ya el aire no respiran sus pulmones,
ni la sangre circula por sus venas.
De su cadáver las nocturnas aves
han de cebarse en las entrañas mesmas.
Adiós, morada de mi amarga vida,
adiós, bosques sombríos, adiós selvas,
yo me voy con la música a otra parte,
que la Guardia civil está muy cerca."


Todo el día estuvo apedreándome los oídos con versos por el estilo. Por fin, cuando ya era de noche me propuso que saliéramos juntos a dar una vuelta por la población, y le rogué encarecidamente que dejara en mi casa todos sus versos.
.
Recorrimos varias calles, sin alguna estrofa que lamentar, cuando al pasar por escaparate de una tienda, iluminada con luz eléctrica, se detuvo, y sacando fuera de la manga el puño de la camisa, donde tenía escrito un soneto:

- ¡A ver qué te parece! -exclamó.


A MI ADORADO TORMENTO

-Las ansias mil que el pecho me devoran...

No le dejé continuar; cogiéndolo por el brazo, estuve a punto de entregarlo a las autoridades para que le condujeran a una casa de dementes.


El otro día, cuando lo divisé por el balcón, con rumbo hacia el portal de mi casa, encargué a la criada que no le abriera la puerta.


Y cuando lo veo en la calle le hago la cruz como al demonio."





· Fragmentos del artículo "Moscardón literario", 13/08/1893.

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