lunes, 19 de diciembre de 2011

Soberanía, poder popular, ética y derecho. En el día de la muerte de Carlos Cano

Hoy se cumplen once años desde la muerte del cantautor Carlos Cano. Acabo de recibir por correo electrónico el Boletín de diciembre de 2011 del Grupo 17 de Marzo, Sociedad Andaluza de Juristas para la Defensa de los Derechos Humanos Individuales y Colectivos (http://www.17demarzo.org/). No me queda sino adherirme al editorial de dicho Boletín, así como, por supuesto, compartir con ustedes un modesto homenaje a Carlos Cano. No se me ocurre otra manera, ahora mismo, que abrir paso al pasodoble "La niña de mis ojos: me ha contado la Alhambra", compuesto por Antonio Martínez Ares.







SOBERANÍA, PODER POPULAR, ÉTICA Y DERECHO

El ser humano, cuya existencia material se limita a un escaso número de años sobre la Tierra, en la mayoría de las ocasiones no es consciente de las grandes transformaciones históricas y sociales que se suceden. Son cambios que tardan siglos en culminarse -si es que alguna vez lo hacen-, con avances y retrocesos, pero que inevitablemente conducen a unos modos de producción nuevos, con sus valores, normas y principios específicos.

El constitucionalismo, como movimiento teórico desarrollado en el siglo XVIII, pretendía establecer un pacto social en el que los ciudadanos, iguales ante la Ley en derechos y obligaciones, fueran los artífices de su futuro colectivo político dejando de ser súbditos. Sobre la base de viejas instituciones del Antiguo Régimen nacieron -o pretendieron hacerlo- los parlamentos democráticos, el poder judicial imparcial, la Ley como norma suprema, los derechos individuales y, avanzado el tiempo, la protección de los derechos humanos, los derechos colectivos, los derechos sociales y los medioambientales. Es una tarea que aún hoy continúa porque, no lo olvidemos, se trata de una doctrina muy joven -apenas tres siglos- en la inmensidad de la Historia humana plagada de barbarie, violencia y privilegios.

Sin ninguna duda estamos asistiendo a una de las épocas más emocionantes desde el punto de vista histórico. Tenemos la oportunidad de vivir en primera persona cambios que determinarán -de seguirse por el mismo camino- la modificación del modo de producción capitalista y el nacimiento de uno nuevo aún no definido. Para quienes aspiramos a considerarnos juristas las transformaciones son realmente sobrecogedoras. El sistema está mostrando su cara más brutal y descarnada abandonado casi por completo los ropajes pseudodemocráticos que lo adornaban. Así, la ciudadanía carece en absoluto de poder de decisión sobre su futuro. Ya no son los parlamentos los que ponen y quitan gobiernos -Grecia, Italia-, deciden su política presupuestaria, fiscal, laboral o económica y aprueban las normas que han de regir -todos los Estados, el español incluido. Son instancias desconocidas y etéreas -mercados, agencias de calificación, grupos G varios, Consejos los conocidos- las que deciden por nosotros sin haberse presentado a ningunas elecciones. Las sacrosantas Constituciones, intocables y arma arrojadiza de muchos que en su tierna juventud vestían de azul mahón, son cambiadas por arte de birlibirloque con nocturnidad y alevosía -no estaría mal hacer una encuesta preguntando a la ciudadanía sobre su conocimento de la propia existencia de la reforma. Derechos fundamentales como la libertad, la intimidad o la integridad son sacrificados en aras de una supuesta seguridad frente a un enemigo cambiante, impreciso pero siempre amenazante por su disidencia: el terrorismo islamisma, el separatista, los menores infractores, la avalancha de inmigrantes, etc. Las normas se aplican de manera diferente según quienes sean sus destinatarios originándose desde un Derecho Penal del Enemigo a una interpretación restrictiva del Reglamento del Congreso de los Diputados para evitar que quienes no piensan como la mayoría tengan los mismos derechos que otras veces se han reconocido en casos similares. Incluso se plantea modificar la Ley electoral para que contingentes de población afecta al sistema y no residente en un territorio “corrija” con su voto determinados resultados incómodos que se están produciendo en Euskal Herria. Incluso conquistas históricas del pueblo andaluz como fue la autonomía plena del artículo 151 de la Constitución o la propia existencia como Nación se ponen en cuestión en un rebrote del centralismo y del nacionalismo español.

Frente a esta nueva cara el Capitalismo resulta necesario lanzar un mensaje de resistencia ética y democrática. Como juristas comprometidos con la defensa de los derechos humanos individuales y colectivos tenemos el deber de responder de manera contundente a los ataque a la libertad y a la dignidad de nuestro pueblo y de los pueblos del mundo. No vamos a permitir que una minoría carente de legitimidad decida por nosotros. Por ello, frente a un sistema que pretende evadirse de las leyes, gobernarnos desde el anonimato, globalizar la pobreza convirtiéndonos en consumidores autómatas y conculcar los derechos de las personas como tales y como miembros de colectividades, exigimos un auténtico poder popular, en el que la Ley sea igual para todos, donde los ciudadanos tomemos las decisiones que nos afecten y donde se respeten las decisiones de los pueblos adoptadas democráticamente.

En un mes de diciembre en el que volvemos a conmemorar el Día Nacional de Andalucía, resulta más necesario que nunca hacer del ser humano el origen y el objetivo de toda la actividad político-jurídica. Aquel 4 de diciembre de 1977 ha de rescatarse como modelo en el que la ciudadanía se rebeló frente a las injusticias impuestas y decidió ser ella la protagonista de su futuro afirmado su poder popular y su soberanía como colectivo. Ningún movimiento que pretenda abanderar la legítima indignación popular ante la involución democrática debería caer en la trampa de repetir los errores del capitalismo centralista, uniformador y carente de alma, desconociendo que los derechos de las personas son individuales y colectivos y dotados de unos valores éticos superadores de artificiales y dogmáticos materialismos. Soberanía y poder popular son el camino, el Derecho nuestra herramienta y la ética humanista nuestra conciencia. Que nunca olvidemos que somos hombres de luz que a los hombres almas de hombres les dimos.

GRUPO 17 DE MARZO

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